Mujeres de poetas - Gonzalo Arango
Ocurre que las mujeres abandonan a los poetas como si fueran grajos o caballos viejos. Alegan como razón su miseria, su desapego del mundo, su nulidad utilitaria. O porque la imagen idealista que se forjaron de él se derrumba bajo el techo de una realidad sombría. Yo me enamoro de una mujer únicamente cuando estoy seguro de dos cosas: ser inimitable en hacerla feliz, y en hacerla sufrir. Espero de tal mujer un amor recíproco. Si resiste la felicidad lo mismo que la pena; si su corazón no cesa de latir en la soledad con el mismo ímpetu y pasión; si aún en medio de pavorosos desgarramientos conserva una nítida integridad; y si tiene la absoluta generosidad de renunciar a los rosados mundos por el puñado de afecto que el vivir exprime, entonces sé que ahí está el amor con su carga de miseria y conmiseración.
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